¿Sin respuestas?

Alguien afirmaba con buen sentido de sabiduría que la alegría nacía también de entender que a veces no hay respuesta ante situaciones diversas de la vida lo cual, para ser sinceros, pasa en variadas ocasiones, en las cuales no tenemos el más mínimo control. El único modo de hacerle frente a tales interrogantes no resueltos es aceptar la realidad tal y como es sin ponerle peros a lo que no hay por qué, lo cual redundara en paz interior con destino a la alegría de vivir.

¿Entonces que, hay que tragar entero? Pues a veces si ya que , cuando pensamos que tenemos todo resuelto, resulta oportuno recordar la imagen del chimpancé, cual pensador de Rodin, quien con asombro medita y con perplejidad se dice ante un interrogante irresoluto “Cuando ya tenía todas las respuestas me cambiaron las preguntas. ¿A veces somos “dioses” de papel pegados con babas y procedemos con soberbia a intentar que todo salga como lo hemos planeado, pero ello no siempre se desarrolla de tal manera, y entonces que resulta de todo esto? Iras, frustraciones, miedo y hasta retaliaciones, ya que no pocos no quieren aceptar sus propios errores y por tanto les es bien fácil echarle la culpa a los demás de sus propios yerros.