El dolor es la fuerza de choque para el
progreso espiritual, aserto que es bastante lógico, puesto que aquello que no
nos cuesta no se aprecia tal y como debe ser. El dolor espiritual es muchas
veces más fuerte que el físico, y su curación, al contrario del otro, no tiene
solución material, aunque algunos pretendan acallarlo a través de innecesarias
pastillas.
¿Duele, si duele, más, si no duele, como
podremos apreciar la época en la que este no existía? El cambio no es fácil, pero
si probable y posible y este llega cuando estemos enfermos y cansados de estar
enfermos y cansados, mejor dichos rendidos ante el sufrimiento.
El ayudar a los demás nos permite salir de
nosotros mismos, esto es de ese egocentrismo que tanto nos ha aprisionado y
solo cuando suframos las consecuencias de nuestros equivocados procederes y
sintamos el dolor que a ellos están vinculados, llegará entonces el momento
para lograr creer que estamos dispuestos a cambiar para mejorar.