La humildad no es una estación ni una parada a la que
llegamos si no mas bien una forma de viajar. Hay personas que a ratos son tan
poco humildes que su soberbia les hace creer que son muy, pero muy grandes, y
por ello miran a los demás con el parpado levantado. “Ala “Chatico “, cuéntame
una cosa, tu familia es de los Miró del Chico alto?, No, para nada, somos de
los Beteta de Bucaramanga, le decía un señor a una dama con la que bailaba, muy
de la “High Society“, y quien durante el
festejo lucía un escote bastante pronunciado.
“Piensa que en el fondo de la fosa llevaremos la misma
vestidura “, frase que me recuerda lo que dicen los sacerdotes cuando imponen
la cruz, los Miércoles de Ceniza: Acuérdate que polvo eres y en polvo te has de
convertir. Ante tales afirmaciones no queda mas camino que el de aceptar con
verdadera humildad que todos estamos cubiertos bajo el mismo manto de nuestro
Creador, para quien la vanidad y el orgullo extendidos, no parecen ser de su
gusto.
“Arrieros somos y en el camino nos encontramos “. Esto me
lleva a pensar en que cuanto mas alto subamos es cuando más, con los pies en el suelo, debemos estar,
precisamente para evitar que, cuando nos bajemos de ciertas nubes de arrogancia
que las altas posiciones nos han creado, el descenso no vaya a ser muy
pronunciado ya que, si hemos sido altivos y soberbios, lo más probable es que
al final del camino no hallaremos demasiados amigos en nuestra ruta.