Las calamidades a veces cuando llegan nos agarran de
improviso y por tanto sorprenden, molestan y duelen aún más. He sido testigo de
varias tormentas del tipo huracán que han pasado por el lugar adonde vivo y
déjenme decir que no son para nada agradables.
Precisamente en, la para mi mas fuerte que haya
experimentado en mi vida, me lleve una sorpresa bien impactante puesto que nunca
había pasado algo como esto y apenas hasta un día antes se me explicó acerca de
lo que ello pudiese ocasionar. La razón era simple. Venia yo de residir en las
montanas en mi ciudad natal adonde esto no ocurría y me encontraba, al momento
del incidente climático, ubicado muy cerca del mar.
¿¿¿Hubo daños??? Muchísimos, pero todo, gracias a Nuestro Señor,
paso, sin mayores consecuencias para mí, excepto algunas no muy grandes de tipo
material. Al recordar este suceso traigo ahora a colación mi creencia en que la
mejor manera para sobrepasar tales momentos es estar cerca de Dios, al que, si
le creemos y tenemos fe, nos ayudará a sobrevivirá esta clase de calamidades
con serenidad.