Que vaina tan fregada es esa la de ser un pecador,
especialmente cuando desde nuestra infancia se nos inculcó, especialmente a
nivel religioso, que cuando uno pecaba, si moria en ese momento, se iría
derechito como un cohete al mismo infierno. ¡¡¡Que pánico por favor!!! Y es que
en mis épocas de muchachón el pensar acerca de una mujer o mirarla con intención,
así fuese de reojo, se convertía en un acto libidinoso que se consideraba como
un pecado grave. Era en ese tiempo quizás más grave “ fornicar “que robar, ya
que las Iglesias habían conceptualizado entonces de esta manera errónea el tema
del pecado.
El pequeño o grande que entonces pecaba se iba , para ahogar
su culpa, al confesionario de un levita con el propósito de contarle lo malo
que era, y se esperaba que llegase ahí
con “ arrepentimiento sincero y contrición de corazón “, lo cual en verdad no
lo era tanto así, y por consiguiente y luego de estar santito por un rato
volvía a las de Villadiego ya que , “ quien
pecaba y rezaba “, en forma simple y equivocada se asumía por parte del feligrés
que “ empataba “.
De ahí que hoy en día preferí sacar la palabra pecado de
mi vocabulario para cambiarla por otra que se me enseño con sabiduría hace unos
años, la que se refería más bien a un “ defecto de carácter “. Aprendí entonces
que un "defecto" es como un neumático desinflado y que un
"defecto de carácter" es como conducir sobre él, lo cual me ayuda a
llegar a buscar un sincero cambio , en donde la corrección de mis errores, si
así lo decido con convencimiento y de corazón, será el resultante para la
búsqueda de una vida mejor.