Déjenme libre por favor, soy inocente, dice el afligido
prisionero detrás de una celda, implorando que le permitan recuperar su
libertad física. Y quien no haría lo mismo en circunstancias similares,
¿verdad? Pues sí, hasta que llega el momento bien sea por cumplimiento de
términos, sentencia, o simple sobreseimiento penal , en el que felizmente la
persona sale a gozar de los deleites de la libertad.
No sucede lo mismo con la perdida de la libertad emocional
cuando las iras, los rencores, los deseos de venganza, los celos y la envidia,
tan solo para citar algunos pocos ejemplos, nos avasallan, puesto que ahí
parece ser que la condena es no solo indefinida, sino que cada día genera mucho
mas dolor y sufrimiento. Es entonces el rumiar y rumiar, sin efecto diferente
al de agitar la bilis interior.
Y como salir de allí? Bueno, sin duda alguna a través de la
aceptación de las situaciones que agobien al individuo, sumada a buenos
ingredientes de perdón, amor, oración y meditación. Una vez que se deja de
sentir tanta basura interior será cuando la persona podrá volver a decir con grata
serenidad y alegría: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Soy libre!!!!!!!!!!