Algunos seres humanos tienen en común una característica y
esta es que oyen muy bien mas no saben escuchar. ¿Y cuál es la diferencia,
pregunta Don Egidiu? Es sencilla de explicar, más en no pocas oportunidades un
tanto compleja de aplicar. Oír es que cuando
nos dicen algo, lo detectan nuestros oídos, pero el tema pasa entre ellos como
corriente de hoyo soplador o de rio tormentoso. Es veloz en movimiento y por tanto,
de lo que nos han dicho, no queda prácticamente nada o quizás muy poquito. De
ahí el dicho que expresa socarronamente “Le entró por una oreja y le salió por
la otra “.
Escuchar por tanto es bastante más profundo ya que esto
tiene que ver con concentrarnos cuando nos hablan, de forma tal que captemos el
mensaje dado por la expresión verbal e incluso por el lenguaje corporal, y si
por alguna razón no lo hemos comprendido, atrevernos a preguntar para
entenderlo a cabalidad.
Cuando no se escucha se es necio y se equipara con el gran
genio musical Beethoven, con quien nos comparamos en tales casos, no
precisamente por ser genios de la música como el, sino por su triste y dolorosa
sordera. Por lo anterior resulta interesante a invitar a los oyentes a que, en
vez de oír, estemos dispuestos a escuchar.