Limpia tu acera antes de señalar a la del vecino

Que fácil resulta mirar la pajita en el ojo ajeno cuando no observamos la gran viga en el propio. En la vida, solemos mirar hacia afuera en busca de respuestas, culpables o soluciones. Sin embargo, el verdadero cambio comienza en nuestro interior. No podemos construir algo valioso sin antes ordenar nuestra propia casa, sin barrer nuestra propia acera y para ello se necesita tener la mente abierta. En variadas oportunidades caemos en la tentación de señalar los errores de los demás, de juzgar sus fallas y de dictar lo que deberían hacer. Pero ¿qué tan limpio está nuestro propio espacio? En lugar de enfocarnos en los defectos ajenos, el reto será mejor el de mirar hacia adentro y trabajar en nuestras propias debilidades.

La transformación genuina no nace de imponerle reglas a otros, sino de dar el ejemplo con nuestras acciones. Solo cuando hemos hecho el trabajo de introspección, cuando hemos corregido lo que está en nuestras manos, podremos inspirar a otros, sin necesidad de decir mayores palabras. No se trata entonces de cambiar a los demás, sino de ser la mejor versión de nosotros mismos. ¿Estaremos listos para empezar a barrer nuestra propia acera observando aquello que resulta importante corregir? La verdad es que yo creo que ese seria un proceder bien honesto con los otros y con nosotros mismos.