En nuestras épocas de muchachos , cuando la novia rompía
la relación con su enamorado , el primer consejo que este recibía de sus amigas
y amigos más cercanos era el de no llamarla " ni por el chiras ",
consejo que muy poco se seguía por parte del afectado y por tanto arrancaban
los procesos de llamadas no contestadas, rechazos, indiferencia, ruegos , con
llanto incluidos, hasta que finalmente la muchacha dejaba de hacerse de rogar
para alcanzar el anhelado si en la pregunta " volvemos a arreglar?" lo
cual, al producirse, le devolvía la vida al "tragado" parejo.
De otra parte también podría ocurrir lo contrario y esto
era que el dejado insistía, e insistía, pero para su desconsuelo ello menos
buenos resultados le producía, y por tanto el triste recuerdo del
"terminemos" se convertía en una dolorosa experiencia y hasta en una
obsesión, que volvía los momentos casi que en eternidades.
Cuando finalizaba esto? Muy simple, cuando se llegaba el
sano nivel de aceptación de no querer retener lo ya ido, y en tales
situaciones, cuando el personaje dejaba su acecho, en no pocos casos la otra parte volvía con
una actitud humilde e incluso inversa, la cual también a veces se traducía en
suplica por parte de quien antes había cancelado el vínculo.
Ya en la vida de adultos tales juegos no tienen mayor
sentido pues la madurez le da un significado distinto a la relación de pareja
la cual, si se maneja con equilibrio por cada una de las dos partes, lo más
probable es que dure por bastante rato, e incluso por siempre, esto si los
niveles de comprensión, tolerancia, y amor, se alimentan permanentemente con un
sano manejo del intercambio diario entre las dos partes.
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