En días pasados hablaba con unos amigos acerca
de la corrupción la cual existe y ataca sin piedad por todas partes, sin
excluir ni países ni nada relacionado. Es un mal galopante que cada vez se
agrava más, infiltrándose cual piojo en todos los recónditos de poder y de
dinero.
Lo triste de la corrupción es que no siempre se
ataca de igual manera en los diferentes lugares a donde ella sienta su
mano. La diferencia está en las leyes y
como se aplican, lo cual tiene que ver con la justicia, su seguimiento, y el
castigo a los transgresores.
Otro punto que es bien importante en el combate
a la corrupción es la educación acerca de la ética y la honestidad, la cual
empieza desde el comedor de la familia, el colegio, los ambientes, de donde se
sacan las bases fundamentales para un buen obrar.
Elegir la honestidad permite un nuevo
crecimiento todos los días. Si el mundo desea cambiar debe necesariamente
afianzar los valores de los individuos y de la sociedad que los rodea. Por lo
anterior, si queremos algo mejor para nuestros hijos, ello arrancará por
practicar en nosotros el recto proceder y de allí transmitir el buen ejemplo no
solamente a ellos sino también a quienes nos rodean.