Colocamos en nivel de aprobación a un examen de nuestra
humildad cuando le decimos No a la arrogancia, No al falso orgullo, No al
autoengaño, No a la soberbia, y en fin cuando nos concentramos en el
denominador común de la humildad, esto es la verdad, lo cual implica que todo
es tal y como es, sin que por ello pase que " mucho que queme al santo, ni
tan poco que no lo alumbre “.
Humildad es un acto de valor pues abre la puerta del
encuentro con nuestro Poder Superior, y nos lleva a reconocer quienes somos sin
creernos más o menos que los demás. No es humillación, puesto que esta es
denigrante, mientras que la humildad es digna de aprecio.
El tema de la humildad no es nada fácil, pero a su vez
mucho menos imposible. Ella no se refiere a pensar menos de uno mismo, ya que
esto sería más el sentirnos inferiores. Al aceptar un elogio o un
reconocimiento, no me estoy apartando de un importante componente de ella, sino
aceptando las cosas tal y como son. La humildad es el resultado de saber que
Dios es el hacedor, no yo. Por esto bien vale la pena trabajar todos los días
en pensamientos, creencias tareas, y acciones, que nos muestren el camino hacia
niveles óptimos de humildad.
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