Un buen amigo es también comparable con un tesoro, ya que
este es inapreciable. Los amigos, como los tesoros, por eso son bien escasos,
ya que en muchas ocasiones los supuestos amigos solo lo son en los momentos de
éxito, y cuando pueden sacar alguna ventaja de los avances del otro.
Por eso aquel antiguo estribillo en el que alguien se
refiere a otra persona, a quien apenas conoce, como su íntimo amigo, es
simplemente una forma más de expresar la lambonería de algunos para sentirse
mejor con los demás. Se comparan, mas no se identifican y por ello, con sus
argucias basadas en supuestas amistades, pretenden de tal manera deslumbrar a
los demás que los escuchan.
Recuerdo bien el caso de un gerente alineado con uno de sus
jefes quien decía que él era hombre de su superior, todo ello para pretender
alcanzar la solidaridad de aquel, la cual nunca llegó precisamente en los
momentos en los que en verdad lo necesitaba. Toquemos entonces piso con la
realidad para no llenarnos de innecesarias decepciones o para, con nuestras
expresiones equivocadas acerca de la amistad, también decepcionemos a los demás,
e incluso a nosotros mismos.