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Sunday, January 14, 2018

Jorgito, el caballo del hipódromo

Hace unos años cuando existían el hipódromo de Techo en Bogotá y el juego del cinco y seis a nivel nacional, recuerdo que uno de los caballos que allí corría se llamaba Jorgito, memoria que me ha quedado grabada en mi mente desde entonces. Recuerdo a la vez que para poder comprarme mi anhelada enciclopedia Tecnirama entre a trabajar a esa empresa con horario ubicado los sábados entre las diez de la noche y las tres de la madrugada, revisando los formularios de quienes habían apostado por uno o por otro alazán, en un juego que por eso se llamaba cinco y seis, ya que tanto el cinco como el seis ganaban premios, siendo el valor mayor el afortunado ganador de este último.



Mi anécdota sobre Jorgito me lleva a recordar aquello de que si una persona te dice “tú eres un caballo “bien vale la pena incomodarse, al menos la primera vez. Si esto se repite con alguien diferente, quien también te llama caballo, pues bueno, bueno, habrá incomodidad, y ya un poco de asombro. Y si por desgracia una tercera también te dice caballo, no queda sino una sola alternativa: ponerse una montura y salir raudo a cabalgar.





El corolario de lo anterior es que miremos con atención lo que somos para no caer en la tentación de creer que representamos algo diferente, a veces inflado con complejos de superioridad, cuando la realidad es que cargamos a nuestras espaldas grandes sensaciones de inferioridad las cuales no detectamos y,  si lo hacemos,  pues tratamos de ocultarlas con falsas máscaras y desvirtuadas apariencias.

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