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Friday, February 05, 2021

Ser maestros para convertirnos en alumnos

En mi época de estudiante Universitario tuve profesores bastante buenos, unos regulares y otros sencillamente malos. Los buenos eran los que le imprimían positividad a su clase, se expresaban en lenguaje sencillo y estaban siempre dispuestos a ayudar a sus alumnos. Los regulares eran así no más “ni chicha ni limonaaa”, y por tanto le daban vueltas a la mediocridad. Los malos eran aquellos sin capacidad para transmitir y en algunos casos con conocimientos limitados. Había paralelamente los que yo catalogaría como los peores, los cuales debido a su arrogancia y soberbia, aunque transmitían bien, generaban miedo y por ende desmotivación en sus estudiantes. Eran los que socarronamente decían que la calificación era la de cinco para el libro, entre cuatro y cinco para el profesor y alrededor de tres para el alumno y se ufanaban de la cantidad de alumnos que reprobaban sus asignaturas.
Hoy, luego de diferentes épocas en mi vida, creo que lo más conveniente que puede hacer un profesor para enseñar mejor y lograr que haya un máximo de estudiantes que no solo aprendan mucho y bien lo que estudian en su curso, sino que, con lo aprendido, sienten las bases para óptimos aprendizajes y practicas futuras. Aquel profesor que se puede catalogar, no solo como bueno sino también como bien bueno, se alcanza cuando el maestro, en vez de dar clases magistrales, lo hace con sencillez y sin arrogancia ninguna poniéndose siempre en la posición de que para poder ser un buen maestro se necesita mucho la humildad antes y durante que mantenga al instructor más en el nivel de aprendiz que de flamante académico.

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