Me encanta el cine y voy a él con frecuencia, desde las
épocas de grandes películas como Becket, Los doce del patíbulo, Ghost, El Mago
de Oz, Drácula, entre muchas más, hasta las presentes que cada día salen con
más y mejores coreografías, mi afición por la pantalla grande no ha
desfallecido y por ello acudo a los teatros al menos una vez por semana para
ver lo que se está estrenando y sacarle el jugo a lo que me gusta. Hoy en día
me encantan las historias de la vida real llevadas a la pantalla pues me hacen
ver y sentir algo diferente a la comedia, a la ficción, o al suspenso.
En una de las salas adonde asisto relativamente cerca a mi
casa pasan casi al empezar la película un pequeño video en el que las gentes se
observan emocionadas, aterradas, y contentas viendo una película y entonces de
un momento a otro llega un mensaje para mí de gran contenido “En el cine somos
los mismos cuando se apagan las luces”.
Me gusta mucho este profundo texto el que me hace recordar
lo que dice una antigua canción “piensa que en el fondo de la fosa llevaremos
la misma vestidura”, lo cual me lleva a pensar en que la igualdad anhelada y
soñada por muchos se logra al menos en estos dos lugares a los que acudimos, al
uno por diversión y al otro por partida.