La honestidad es la
ausencia de la intención de engañar y por tanto para que un “ pizco “(termino
muy bogotano de lejana existencia) sea honesto debe mostrarlo, no tanto en su
accionar así como incluso en su pensar. Y es que también es bastante cierto
aquello de, como dice el antiguo refrán, “la reina no solo debe serla sino
también aparentarlo “, se aplica en el mejor de los aspectos a lo que significa
el ser honesto.
Menciono el caso de
alguien que va a una oficina a cancelar una suma por un trámite que allí va a
hacer, llevando el dinero en efectivo. Cuando lo atiende un empleado de esa
institución, nuestro parroquiano le da
la plata y quien la recibe, en vez de guardarla en la caja de la compañía,
sigilosamente para no ser sorprendido y sin ningún rubor se lo mete al bolsillo,
pensando para sus adentros “ Ah carachas, como me es de difícil el ser honesto
“, lo cual no lo exonera de su falta , puesto que su vano pensamiento es apenas
una pequeña brizna de auto evaluación, sin profundidad ninguna ni intención de
corregir su equivoco comportamiento.
Si el mundo tomara la honestidad,
no solo como una bandera sino también como el propósito de mejorar para lograr
los cambios que se necesitan, estoy seguro que muchos de los problemas actuales
derivados de la falta de la honradez se solucionarían y el grave síndrome de la
corrupción saldría como volador quemado. Para ello el aspecto de
concientización a través de la educación sería un sólido baluarte para el
alcance de tan loable objetivo.