Soy un “sardino “de setenta y un años " y sufro de un síndrome que bautizaría el de “perder las cosas. “. Me pasa esto cuando estoy caminando por la casa y, llevando mis lentes en la mano, los dejo en cualquier parte al oír por ejemplo que me timbran en la puerta y que me toca ir a abrirla.
Cuando ya atiendo lo de
la puerta deseo regresar a lo que estaba haciendo y entonces me llega la pregunta:
¿Y ahora adonde están mis gafas? Busco y busco hasta que después de hacer un
recorrido mental de los últimos sitios adonde había estado antes, finalmente
las encuentro. A veces es fácil y otras más difíciles, pero, cuando me acompaño
de la oración, casi siempre aparecen.
Si logro hacer que mi
vida transcurra un minuto a la vez y escojo un lugar fijo para dejar mis
lentes, lo más probable es que este problema desaparezca y así evitar pensar
que el “germano “ me ha llegado. Gracias a Dios pues esa amenaza alemana no es
lo que mejor pueda desearse.