Para muestra un botón: “El hombre: muéstrame y confiare en ti”; “Dios: confía en mí y te mostrare”. Si uno las observa con cuidado ambas comprenden prácticamente las mismas palabras más la conclusión de su mensaje es totalmente distinta. El primero de los dos asertos implica mucho de duda y vanidad ya que el ser humano demanda de Dios pruebas reales con “milagros” que desea. O sea que en estos casos se le indica previamente a Dios lo que tiene que hacer, estando esto con un componente de arrogancia.
La respuesta de Dios implica algo totalmente diferente ya que, lo único que le pide al hombre, es que confíe en El y luego de ello los resultados se verán venir. De ahí que es bueno no decirle tanto a Dios acerca de cuáles son nuestros problemas, sino por el contrario indicarle a esos inconvenientes acerca de cuán grande es Dios.