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Wednesday, March 04, 2015

Un gran amigo llamado silencio

Mi buen amigo Eduardo Rey comentaba en sus sabias reflexiones lo siguiente “Tengo que callar cuándo estoy nervioso, apasionado, salido de mí mismo, muy irritado o indignado; porque ahí no es el momento, no están dadas las circunstancias propicias para hablar. Debo callar, pero que mi silencio no sea hostil, sino amable; que mi rostro hable con la sonrisa de la bondad y de la comprensión”.

Lidita Jaramillo, mi incomparable “erguelita”, me enseñó hace unos años un valioso refrán que dice “Es mejor callar que locamente hablar”, lo cual coincide con la valiosa sugerencia de que, en ocasiones resulta prudente el amarrarnos la lengua para en un momento de agite evitar decir algo de lo cual posteriormente nos toque lamentarnos en razón a sus indeseables consecuencias.



Estar en silencio, al menos diez minutos al día, en serena reflexión, o cuando los pensamientos agitados tengan a nuestra mente en el estado de “La loca de la casa”, es algo que es recomendable hacer precisamente para volver a la normalidad y permitirnos pensar, a partir de la estabilización mental, en forma más adecuada.

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