Se dice que la reputación
esta directamente relacionada con lo que la gente piensa acerca de nosotros y
el carácter con lo que uno es en realidad. ¿Y esto como seria?, preguntaría el
Hermano Cristóbal Fernando. Tan simple como un caldo sin sal. ¿Somos?, o por el
contrario le damos la razón a lo que los demás opinan de nosotros.
En la vida pasamos
mucho tiempo pendientes de la aprobación de los demás. Si tratamos de entablar
una relación con una mujer hacemos fuerza para que le gustemos y si esto no
resulta así entonces la frustración llega con fuerza y en no pocas veces nos
sentimos perdedores.
¿Y si no obtenemos en los estudios las calificaciones que nuestros padres quieren?, pues ahí si que esta complicada la cosa, no solo por lo que nuestros papás nos llegan a decir, en algunas veces criticándonos en exceso que no lo hemos logrado, sino también porque el propio concepto de nosotros mismos está basado en el grado de excelencia de la calificación que obtengamos.
Algo similar sucede en el trabajo, lugar en el cual a veces nos exigimos tanto para agradar a nuestros jefes que al final, o no lo logramos o si llegamos a ello, pues querremos mas y más, convirtiendo la ambición en algo fundamental en nuestras carreras.
Ni tanto que queme al
santo, ni tan poco que no lo alumbre, diría aquel viejo, quien después de
muchos años descubre que el éxito y la felicidad no residen en lo externo sino
mas bien en aquella sensación de sentirnos satisfechos con lo que tenemos y somos,
sin necesidad de ser aprobados por otros, más si fundamentalmente por nosotros
mismos.