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Thursday, February 05, 2015

El dolor de un viaje imprevisto

En varias ocasiones he recibido la triste noticia de que alguien se ha quitado la vida y por tanto ya no podré gozar de su compañía. Mucha gente ataca a quien se marcha de tal manera y aduce que era un cobarde, o un egoísta, e incluso un sinvergüenza. Qué fácil es hablar de tal manera sin imaginar tan siquiera en forma mínima lo que, quien partió hacia el más allá, estuviese experimentando.



Yo veo las cosas de una forma diferente y pienso que quien así procede lo hace sin el acompañamiento de una mente sana, lo cual me lleva hoy a creer en una especie de demencia, dentro de un proceso en el cual su sufrimiento era tal que, con una errónea manera de pensar, aquel concluyese que la muerte era su única opción.



A una persona que parte en tales circunstancias no es justo juzgarla e incluso predicar sobre las causas de su acción, o que por haber hecho tal acto no entrará al reino de los Cielos. Esto no me parece correcto ya que Dios vino precisamente a dar un evangelio de Amor a través de su hijo Jesús, y por tanto creo firmemente que esas personas que tan de abrupta manera se van, pronto estarán ubicados, como muchos más, al lado de Nuestro Padre Celestial.



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