Lo anterior no se opone a la necesidad de hacer las cosas cada vez mejor, entendiendo al tiempo que lo excelente es mucho mejor que lo bueno. La limpieza, por ejemplo es algo que se admira y gusta, reconociéndose paralelamente el esfuerzo de quien realiza el trabajo para lograrla.
No resulta tan conveniente por el contrario que, quien mantiene su casa como un espejo, haga de este propósito una obsesión en la que no puede haber en parte alguna un solo corpúsculo de algo sucio pues tal persona por tal motivo se juzga y auto castiga en exceso, haciendo lo propio con los demás que habitan bajo su mismo techo. Las cosas equilibradas y ponderadas serán el propósito ideal para hacer las tareas bien y permitir a la vez la anhelada tranquilidad que todos deseamos, propendiendo por ambientes serenos y tranquilos.