El Perdón que Libera: Un Viaje de Reconciliación

Durante varios años, cuando oraba, solía omitir ciertas cosas por las cuales necesitaba ser perdonado. Era como si creyera que, al no mencionarlas, Dios nunca las sabría. Guardaba en mi corazón una lista silenciosa de deudas, errores y omisiones, esperando que el silencio bastara para esconderlas de la mirada divina. Que tan equivocado estaba. No entendía entonces que el perdón de Dios no es un simple trámite ni un acto de omisión. Es un acto de amor que comienza en el corazón humano. Dios perdona aún sin que tenga que solicitar su perdón. No sabía que, si yo me permitía perdonarme a mí mismo por los errores del pasado, Dios también lo haría. Me resistía a reconocer que el perdón, tanto el de Él como el mío, era la llave que podía liberarme de esas cadenas invisibles que cargaba día tras día y que me generaban bastante sufrimiento.

Siempre me habían enseñado a prepararme para el viaje de la vida: a trabajar duro, a aprender, a seguir adelante. Pero nunca se me enseñó a detenerme, a mirar hacia adentro, a reconciliarme con mi propia humanidad y a soltar el peso de mis culpas. Fue un despertar lento y transformador el cual todos los días debo perfeccionar más. Dios no está limitado por nuestras palabras, ni por nuestras omisiones. Su amor trasciende lo que somos capaces de decir o callar. Él conoce nuestros corazones y pensamientos y espera pacientemente a que nosotros mismos decidamos liberarnos del peso que nos aferra, para emprender, finalmente, el viaje ligero y en paz. El perdón es, al final, la brújula que nos permite caminar con fe, sabiendo que ni nuestro pasado ni nuestros errores pueden separarnos de la gracia divina. Solo necesitamos atrevernos a aceptarlo. Es entonces el llegar a creer.