Un colmo de ingratitud

Que fea es la ingratitud, sobre todo cuando tenemos motivos suficientes para no ser ingratos. Lo complicado de esto es que parece que nubarrones de ingratitud arropen a las personas haciéndolas olvidar de dónde vienen y quien les ha ayudado, lo cual crea heridas en ellos y en otros. Lo complicado es aún más cuando el departamento de quejas se apodera de nuestras mentes y no vemos luz allá al final de los túneles mentales en los que a veces nos metemos. Se no olvida por tanto agradecer por tan múltiples bienaventuranzas que han acompañado nuestras vidas. Lo malo de ello es que el proceso se acompaña de sentimientos de poca autoestima y caída en los estados de ánimo.

Pese a lo oscura que este la jornada es importante tener en cuenta que hay una solución la cual se inicia cuando comenzamos a contar nuestras bendiciones y a partir de ahí toda nuestra vida empieza a dar un vuelco. Es un giro de 360 grados de negativo a positivo. El ser agradecidos por lo que tenemos y no quejumbrosos por nuestras falencias, nos lleva a concluir que el solo hecho de estar vivos, tener salud, familia, un techo adonde vivir y un pan para alimentarnos y alimentar a los nuestros, es un motivo más que poderoso para dirigir nuestra mirada hacia Dios y decir: Gracias Señor por todo lo que cada dia me das.