Aguijones de mala leche

Resentir, odiar, pensar en venganza, son algunos de los sentimientos que atacan a unas personas a veces inmisericordemente y no las dejan vivir en paz. Son torturas en las que los afectados desean envenenar a quienes detestan siendo sin embargo paradójicamente ellos mismos los que se beben el veneno. Somos prisioneros de nuestros propios resentimientos. El perdón abre la puerta de esa prisión y nos hace libres. Por ello me encanta la frase que está contenida en el Ho’oponopono la que dice “Lo siento, por favor perdóname, te amo, gracias”, aplicable hacia aquellas personas con las que experimentamos dificultades.

Perdonar nos del todo fácil, pero tampoco imposible, y sirve fundamentalmente para erradicar de las mentes de los afectados todo aquello que los amarga y que por tanto le causa daño a su paz interior. ¿Será esto una tendencia a la santidad?, quizás diría yo, pero más que todo creo que se encuentra dirigida al progreso espiritual de cada cual, conducente a estructurar bases sólidas para experimentar una mejor calidad de vida, siendo el buen vivir una meta de la mayor importancia.