No rendirse antes de que ocurra el milagro

Impaciencia es algo no poco común y fundamentalmente incómodo además de gestor de una buena cantidad de malestares. Queremos todo ya y por tanto no llevamos la vida en los términos de ella sino en los de nosotros, todo lo cual al final causará malestar y no pocas frustraciones. Cúrese ya, le decía un señor a alguien que no le había podido cumplir un compromiso económico debido a que tenía en ese momento problemas de salud que no le permitían atender la deuda, como si esa velocidad, que el incomprensivo acreedor demandaba, dependiera exclusivamente de la voluntad del deudor.

Como de las carreras no queda sino el cansancio resulta bueno recordar que cada día tiene su propio afán y que, por tanto, no por mucho madrugar amanece más temprano, tal y como se expresa en el antiguo refrán. La paciencia es la ciencia de la paz, objetivo que bien vale la pena establecer en nuestros planes de vida. Por todo lo anterior es bueno a la vez perseverar, lo cual implica el no rendirnos antes de que ocurra el milagro, lo cual significa que, con paciencia y con acción, acompañadas de una fe firme, podrá lograrse incluso aquello que en algunos casos pareciese inalcanzable.