Tranquilo hermano….

La felicidad y la tranquilidad siempre están disponibles, abiertas y gratuitas para todos. La única condición es que tenemos que trabajar por ellas para lograrlas. El ser feliz es quizás uno de los objetivos más importantes que las personas se trazan en sus vidas, el cual es posible, más en ocasiones bastante difícil y demorado. Queremos ser felices, pero no lo logramos ya que elementos tan nocivos como la ira, el resentimiento, el orgullo, la avaricia, la lujuria, la ambición, amén de una buena cantidad de defectos de carácter adicionales, actúan en principio como aparentes generadores de satisfacción más al final son los causantes de muchas desilusiones y desdichas. ¿Y qué decir de la tranquilidad cuando se empieza el día planeando en el cómo se va a conseguir más en el terreno material o la búsqueda de aquella compañía inadecuada basada en el sexo que en nada más, circunstancias ambas que nos traen más de un dolor de cabeza?

La felicidad y la serenidad se detectan cuando sentimos el susurro de la paz en nuestro interior, tesoro que no cambiamos ni por todo el oro del mundo. Ellas se alcanzan cuando ponemos de nuestra parte todo el esfuerzo para lograr llegar allá como producto de una vida basada en el orden, la equidad y el buen proceder.