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Thursday, July 10, 2025

Cuando Tocamos Fondo, Dios nos Levantó.

Durante mucho tiempo creíamos que podíamos manejar la vida por nuestra cuenta. Nos aferramos a la idea de que, si nos esforzábamos lo suficiente, si éramos lo bastante fuertes o listos, podríamos controlar el mundo interior y exterior. Pero estábamos equivocados. Lo intentamos una y otra vez, solo para fracasar cada vez más profundamente. Nuestro mayor pecado —ese que escondíamos, el que justificábamos, el que nos negamos a soltar— se convirtió en una cadena que nos arrastró al lugar más oscuro en el que jamás habíamos estado. Perdimos el control. Perdimos el rumbo. Y lo más duro de admitir: perdimos la capacidad de funcionar como seres humanos. Ya no podíamos fingir que todo estaba bien.
Fue entonces cuando sucedió lo que nunca imaginamos: nos rendímos. Dejamos de luchar, dejamos de resistirnos y, con todo nuestro ser quebrantado, nos entregamos completamente a Dios. Fue un acto de rendición, sí, pero no de derrota. Fue el inicio de una restauración que solo un Poder Superior podía lograr. Dios nos perdonó. Nos sostuvo cuando ya no podíamos sostenernos a nosotros mismos. Y en ese momento de total entrega, empezamos a crecer. no porque lo mereciéramos, no porque lo entendiéramos del todo, sino porque su gracia fue más grande que nuestra culpa. Hoy sabemos que tocar fondo no fue el final. Fue el comienzo. Porque cuando no pudimos más, Dios sí pudo, obteniéndose entonces paralelamente el Milagro de la fe.

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